A finales del califato de Córdoba, en los últimos decenios del siglo X, comienza una producción original: la denominada cuerda seca. Completamente innovadora, supone no sólo un alto desarrollo técnico sino una sociedad capaz de pagar los productos que genera.
La cuerda seca es una variante del vidriado normal que desarrolla los esmaltes con la adición de los óxidos para obtener colores nítidos que con el uso del manganeso mezclado con grasa separa unos colores de otros. Según Manuel Casamar la cuerda seca es un "cloisonné", en el cual la celdilla metálica que separa los colores es sustituida por el manganeso con grasa.
El que nos sirve de modelo es una pieza taifa fechada entere 1035-1040 que se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional. Tiene un pié anular, paredes quebradas con inflexión baja y paredes abiertas que terminan en un borde exvasado plano de labio redondeado.
En el fondo del ataifor, ocupando toda su superficie, se desarrolla el motivo del "pavón" en posición hierática y de costado, mirando hacia la izquierda, con las alas y la cola recogidas; se remata la figura con una cresta o penacho que, arrancando de la cabeza, cierra toda la composición con un motivo de flores de acanto.
De la decoración original del fondo se conserva, en su ángulo inferior izquierdo, un arco definido en esmalte blanco que encierra un roleo de color negro sobre fondo melado. La pasta es de color rojo.
De origen oriental (son frecuentes estas aves en el arte iraní y en el islámico oriental) este animal es, en el repertorio de zoomorfos hispanomusulmán una pieza interesante que apareció en el castillo de Alcalá la Vieja (Alcalá de Henares).
Me gusta la técnica de cuerda seca, aunque no sea fácil.
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