En 1917 se excava el yacimiento de Las Carolinas, en el distrito de Villaverde, bajo la dirección de Hugo Obermaier y Pérez de Barradas y allí, de la mano de dos mitos de la arqueología, se encuentra este cuenco, perteneciente a la cultura del ‘Vaso campaniforme’. Es un tipo de cerámica que aparece a partir del Calcolítico final y durante buena parte de la Edad del Bronce (2300/1500 a. C.).
La decoración de la cerámica campaniforme se basa en una serie de diseños estructurados con una lógica simétrica, realizados con la técnica de la incisión, sumamente peculiares
En concreto esta pieza presenta la peculiaridad de estar decorada en su interior con un sol y ciervos esquemáticos, iconografía que se repite en las representaciones de pinturas rupestres esquemáticas en el abrigo de Belén (Torremocha, Madrid). Este tipo de cerámicas, desde su descubrimiento en Ciempozuelos, a finales del s. XIX, se ha convertido en un elemento característico de la Prehistoria madrileña, localizándose en más de 100 yacimientos.
Las cerámicas campaniformes meseteñas suelen tener siempre la misma capacidad. Esto denota un control importante del contenido de este tipo de recipiente y también una fuerte estandarización.
El vaso habría sido contenedor de la bebida; el cuenco habría servido para su reparto individual y la cazuela contendría algún alimento sólido, probablemente carne.
Asociadas con grandes festejos, las cerámicas campaniformes depositadas en los enterramientos serian un medio efectivo de mostrar el estatus diferente de ciertos individuos o familias.
El campaniforme en un fenómeno paneuropeo, generador de ideas, que se ha relacionado con cambios importantes en la metalurgia y con una mayor complejidad social.
En el Curso de Cerámica Histórica, hemos rendido homenaje a esta maravillosa pieza con la elaboración de réplicas de la misma por parte de alumnos y alumnas del Curso de Iniciación.
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